lunes, diciembre 20, 2010

BRAINTERFACE






PREMISA.

Los humanos se comunican a través de idiomas verbales y no verbales y también a través de mecanismos más sutiles, similares al de la conexión infrarroja y al bluetooth.

Estos mecanismos se establecen de manera natural entre personas que se relacionan de manera amorosa, amistosa, etc. Dependen de afinidades constitutivas de variada índole.

El arte es una de las modalidades de esta conexión.

Las artes formales crean “paquetes” de transmisión que se exhiben o se exponen al contacto en forma de obras.

Hay maneras de transmisión que no requieren de obras formales para producirse.
Se establecen espontáneamente en situaciones que encontramos aleatoriamente en la vida cotidiana: en muchas de esas situaciones se realizan contactos que llegan a convertirse en relaciones. Vg.: dos extraños coinciden en un lugar y un momento y repentinamente se reconocen como afines.

Brainterface es una modalidad cercana al arte y de carácter experimental que ensaya la producción de situaciones de esa clase de manera voluntaria y no accidental.

Partiendo de situaciones-base ya existentes, como la fiesta, el paseo, el encuentro, etc. desarrolla alternativas de juego que hacen interceder varios planos de conciencia, como en la propuesta teórica de Arthur Koestler acerca de la creatividad.

Se dan “momentos” de alta concentración de “conectividad creativa” que se exhiben y se exponen al contacto de los participantes.

LA EXPERIENCIA

Se produce un “evento-no-etiquetado” en el que pueden confluir manifestaciones de las artes formales o no y cuya única descripción estática es la que se refiere al espacio y tiempo en que ocurre.

Se diferencia radicalmente de todas las formas de happening en que no existe división de tareas entre “actores” y “público”. La brainterface se ejecuta sólo entre “oficiantes” preseleccionados por su grado base de afinidad. Puede desarrollarse en una primera fase entre artistas, por ejemplo.

Se diferencia de una simple fiesta o una reunión o un encuentro en que el único propósito de la sesión es la creación de una “aventura” para el grupo entero, válida para todos y cada uno de sus miembros.

LA AVENTURA.

En este contexto, definimos provisionalmente aventura como un proyecto definido en tiempo y espacio con la participación de todos los miembros de la experiencia: el propósito final de la aventura varía con cada grupo y con cada experiencia.

Una definición provisional de “propósito” podría ser: algo que todos quieren y que ninguno puede realizar sin todos los demás.

Quedan excluidos, por ende, los propósitos que puedan realizarse entre dos o más integrantes que formen un subconjunto: Vg.: romance, colaboración con fines comerciales, viajes, etc. No se descarta, sin embargo, que la experiencia produzca uno o más eventos de esa clase que serían sub-aventuras paralelas.

Si el conjunto de los “aventureros” no llega a dar con un “propósito” válido para todos durante la experiencia, ésta concluirá como esbozo de aventura que podrá ser utilizado como guía en nuevas experiencias para uno o más de los participantes.

El teatro, la novela, la música sinfónica y otras formas de agrupación de personajes o voces reales o imaginarios son maneras de hacerse una idea previa de lo que la aventura puede significar.
Los integrantes del grupo adoptan roles no exclusivos similares a los de instrumentos de una orquesta o personajes de una pieza teatral o una novela en la que el guión o la partitura es escrito por todos.

La aventura se diferencia de las aventuras conocidas en que estas últimas son producidas por un agente externo al grupo. Tal sucede en las aventuras resultantes de propósitos como la guerra, la conquista, el descubrimiento, etc.

EL CÓNCLAVE.

Un número predeterminado de participantes se reúne en un lugar que disponga de los requerimientos necesarios para la permanencia en él durante el tiempo que se establezca de manera que todos y cada uno dispongan de todo lo que necesiten para dicha permanencia.

Este “cónclave” dispondrá de recursos para producir una votación libre en la creación del proyecto de aventura. La decisión será única y exclusivamente tomada por total unanimidad.

LA OBRA.

La aventura es la obra, el producto o como quiera llamárselo. Ejemplos que sirven para imaginar las posibilidades iniciales son aquellos que respondan a preguntas de la índole:
¿Qué cosa podríamos crear/producir/ expresar/hacer entre todos que todos quisiéramos crear y que ninguno puede por si sólo?

EL MOVIMIENTO

Desde el momento en que un esbozo de aventura alcanza una relativa unanimidad, el grupo se transforma en un movimiento.

Ejemplos a seguir y no seguir son los disponibles en la historia del arte, como el Surrealismo, el Dadaísmo, etc. O en la de la ciencia: el Círculo de Viena, etc.
Tómese en cuenta que dichos movimientos fueron producidos de manera casual y no voluntaria.

El movimiento brainterface es resultado y origen a la vez de la aventura. Obteniendo unanimidad sobre el nombre que se le dará puede definirse un proyecto, de igual modo que el título de una obra puede sugerir su desarrollo.

“Los 8 de Totness”, por ejemplo, es el nombre de una aventura sin límites y también sin propósito específico. “Los neo-renacentistas” en cambio, define una tendencia y no es limitante en cuanto al grupo que lo conforma.

(Fragmento de "Las Tres Caras de la Moneda" por Pablo Brito-Altamira, disponible en paperback y Kindle en Amazon)

twin brainterface


viernes, diciembre 17, 2010

TIBERIO o LA NAVIDAD del PODER


Foto: Luisa Elena Vidaurre
ERAN TIEMPOS DE GUERRA, como los que vinieron antes y los que vendrían después: de las  guerras sólo se acuerdan los que perdieron en ellas a los suyos y los que en ellas ganaron prebendas, que tarde o temprano también se pierden.

Pocos recuerdan en efecto a Tiberio, quien fue al tiempo hijastro y yerno de César Augusto; nadie celebra su nacimiento ni su muerte.
Las pocas estatuas que quedan tienen casi todas la nariz partida.


Y es que Tiberio murió sin percatarse de que en una lejana provincia de su imperio sucedía algo que cambiaría la Historia de manera insospechada. Si viviera hoy, y fuera gobernante de nuevo, puede que tampoco se enterara de otra cosa que de las rencillas de palacio o de las conspiraciones de sus rivales políticos. Puede que para él, el mundo se limitara a lo que los augures pagados por él mismo decidieran mostrarle para conservar su puesto. Si fuera hoy un mandatario mundial, como lo fue en su tiempo, estaría convencido de que las cuestiones de Estado son las únicas cuestiones que existen y que tienen sentido.

Los que vivían en su reino y dependían de sus decisiones también pensaban que Roma era el mundo y que lo que ocurría fuera de Roma era insignificante. Si no se sabe en Roma es que sencillamente no existe, dirían aquellos ciudadanos, como dicen hoy algunos de aquello que no aparece en la televisión o no tiene repercusión a través de Internet.

Pero no estamos en el año 14 de nuestro calendario (el 767 de la fundación de Roma) cuando Tiberio obtuvo el poder supremo como emperador. Estamos en el 2010 de una cuenta que comienza para nosotros 14 años antes de eso, cuando un suceso que todavía muchos califican de legendario pasó completamente desapercibido para el poder y para los medios de comunicación de aquella época.

No vivimos en la Era de Tiberio.

Y no es descabellado pensar que dentro de otros dos mil años, si esta especie que llamamos humana continúa poblando este pequeño planeta mágico y hermoso, casi nadie recordará los nombres de quienes hoy se jactan de obtener el máximo centimetraje en los periódicos.

Porque nos acordamos de Keops por las pirámides que construyeron anónimos arquitectos; nos acordamos de una extravagante y sangrienta familia Medici por las obras de arte de quienes llamamos hoy renacentistas, y casi no sabemos otra cosa de Cleopatra, o de la Guerra de Troya, o del Mio Cid que las que nos contaron poetas pobres, ciegos o perseguidos por la justicia.

Aún así, no celebraremos tampoco el 2011 a partir del nacimiento de Shakespeare o de Homero.
  
Debemos el calendario, la civilización y la cultura de lo que llamamos Occidente (pero que rige al planeta entero) al  nacimiento de un niño que nunca fue coronado, que jamás escribió una línea y que nunca ganó una batalla. Pasó desapercibido para todos los Hit Parades y no figuró en récord de ninguna clase.

Ese niño se parece a nuestros propios niños y a nosotros mismos mucho más que a las estrellas de cine, a los ricos, famosos y poderosos, pero insistimos en pensar que el Mundo y la Historia dependen de lo que estos o aquellos dicen y hacen, de las guerras que emprenden, de los honores que obtienen o de la manera en que se ponen en ridículo. 
No hemos aprendido aún que la vida se nutre más de ínfimos actos de amor de pastorcillos ignorantes o de carpinteros errantes que de los Herodes de todos los tiempos. Tampoco de él nos acordaríamos si no fuera por los anónimos evangelistas oficiales o apócrifos.

Seguimos en tiempos de Tiberio.


Y la verdadera  Historia se produce ante nuestra vista, en nuestra propia época, pero no la vemos. Está tan cercana y tan “próxima”  como el más “prójimo” de nuestros semejantes.


Feliz Navidad
Pablo Brito Altamira